martes, 2 de julio de 2013

¿La última universidad? III

Las manifestaciones estudiantiles llevan cuatro semanas en las calles de todo el país exigiendo lo que por derecho les corresponde; una educación de calidad, gratuita y libre. Durante décadas los estudiantes han luchado contra el poder hegemónico y contra la arbitrariedad, unas veces con más razón que otras, demostrando el ser de nuestra ciudadanía.
Durante estas cuatro semanas se han agudizado los rasgos autoritarios del gobierno-Estado  censura y autocensura de los medios de comunicación, represión para-policial y no- reconocimiento de los actores,  ni del conflicto por parte del poder.
Los pliegos petitorios de las reivindicaciones estudiantiles, profesorales y obreras no son reconocidos ni discutidos. Juegan al desgaste de los derechos de los miembros de la comunidad nacional. Tenemos un Estado que no reconoce lo que en teoría es su esencia, sus ciudadanos.
Debemos comprender que la universidad debe ser uno de los frutos más sublimes de una sociedad, el indicador de los grados de consistencia cultural.  Ahora bien, tenemos una universidad que sufre atentados, destrucción de sus obras de arte, inseguridad, atropello gubernamental, decadencia por falta de recursos, parálisis, incapacidad de discusión y reconstrucción interna por la amenaza latente y manifiesta de la intervención de su autonomía,  huella institucional de la naturaleza del pensamiento libre.
En un país sumido por una crisis económica inflacionaria, educativa, de salud pública, de violencia común y política, corrupción, de vivienda entre muchas otras cosas. El conflicto universitario se ha convertido en el símbolo de lucha de una sociedad por sus derechos, de libertad, de disidencia y de calidad.
Las reivindicaciones sectoriales, en la mayoría de los caso convertidas en prebendas, en  nuestro país son la concreción y los mecanismos de presión y de reconocimiento   por parte del Estado- gobierno, que en su actuar histórico solo reconoce a quienes sumisamente bajan la cara y contribuyen a la lógica absoluta y segregatoria del partido.
No solo ha sido la acción universitaria por los recursos para construir unas condiciones del ejercicio profesional y creativo, que es. Si no a partir de la aprobación arbitraria de un contrato colectivo que compromete los horizontes de la universidad libre, donde buscan atar la institucionalidad de la U, a los planes del gobierno que se caracterizan por una lógica totalitaria, la lucha por el pensamiento libre.
Defender las acciones gubernamentales en torno a su  política pública hacia la universidad es inaceptable. Las que se han caracterizado por el no-diálogo, no-reconocimiento, amenaza, atentados y cerco presupuestario. Las izquierdas ortodoxas no han sido más que un baño de justificación a la arbitrariedad, con la poca legitimidad histórica que recogen de las décadas de los 60 y 70 del siglo pasado. ¿Dónde quedó la crítica? Se ha convertido en la palabra que todo se responde, que todo lo sabe y que para todo tiene solución. Es la palabra que aguarda la verdad. El peligro del fundamentalismo. El terror de la verdad absoluta.
Por tanto la universidad, ahora, es símbolo de la lucha de los derechos de todo movimiento social y sectorial del país. Debe ser el antecedente y reflejo de los derechos ,de los obreros de Guayana, de los empleados públicos, de los 400 contratos colectivos  vencidos hasta la fecha, de los educadores, de los médicos, de todos los gremios, de los campesinos, de los pescadores, de las madres, de los jubilados, de toda la comunidad nacional que defiende los derechos que nos arrebatan con la retorica que todo lo sabe , nada reconoce y que lucha por la “justicia” por su justicia, la justicia, igualdad y libertad del PODER.
Con manifestaciones diarias, con censura mediática,  con 40 huelguistas de hambre desde hace28 días seguimos aquí.                 Y no nos iremos.
¿Tú que harás?