Durante estas cuatro semanas se han
agudizado los rasgos autoritarios del gobierno-Estado censura y autocensura de los medios de
comunicación, represión para-policial y no- reconocimiento de los actores, ni del conflicto por parte del poder.
Los pliegos petitorios de las
reivindicaciones estudiantiles, profesorales y obreras no son reconocidos ni
discutidos. Juegan al desgaste de los derechos de los miembros de la comunidad
nacional. Tenemos un Estado que no reconoce lo que en teoría es su esencia, sus
ciudadanos.
Debemos comprender que la universidad debe
ser uno de los frutos más sublimes de una sociedad, el indicador de los grados
de consistencia cultural. Ahora bien,
tenemos una universidad que sufre atentados, destrucción de sus obras de arte,
inseguridad, atropello gubernamental, decadencia por falta de recursos,
parálisis, incapacidad de discusión y reconstrucción interna por la amenaza
latente y manifiesta de la intervención de su autonomía, huella institucional de la naturaleza del
pensamiento libre.
En un país sumido por una crisis económica
inflacionaria, educativa, de salud pública, de violencia común y política,
corrupción, de vivienda entre muchas otras cosas. El conflicto universitario se
ha convertido en el símbolo de lucha de una sociedad por sus derechos, de libertad, de disidencia y de calidad.
Las reivindicaciones sectoriales, en la
mayoría de los caso convertidas en prebendas, en nuestro país son la concreción y los
mecanismos de presión y de reconocimiento
por parte del Estado- gobierno, que en su actuar histórico solo reconoce
a quienes sumisamente bajan la cara y contribuyen a la lógica absoluta y
segregatoria del partido.
No solo ha sido la acción universitaria por
los recursos para construir unas condiciones del ejercicio profesional y
creativo, que es. Si no a partir de la aprobación arbitraria de un contrato
colectivo que compromete los horizontes de la universidad libre, donde buscan
atar la institucionalidad de la U, a los planes del gobierno que se caracterizan
por una lógica totalitaria, la lucha por el pensamiento libre.
Defender las acciones gubernamentales en
torno a su política pública hacia la
universidad es inaceptable. Las que
se han caracterizado por el no-diálogo, no-reconocimiento, amenaza, atentados y
cerco presupuestario. Las izquierdas ortodoxas no han sido más que un baño de
justificación a la arbitrariedad, con la poca legitimidad histórica que recogen
de las décadas de los 60 y 70 del siglo pasado. ¿Dónde quedó la crítica? Se ha
convertido en la palabra que todo se responde, que todo lo sabe y que para todo
tiene solución. Es la palabra que aguarda la verdad. El peligro del
fundamentalismo. El terror de la verdad absoluta.
Por tanto la universidad, ahora, es símbolo
de la lucha de los derechos de todo movimiento social y sectorial del país.
Debe ser el antecedente y reflejo de los derechos ,de los obreros de Guayana,
de los empleados públicos, de los 400 contratos colectivos vencidos hasta la fecha, de los educadores,
de los médicos, de todos los gremios, de los campesinos, de los pescadores, de
las madres, de los jubilados, de toda la comunidad nacional que defiende los
derechos que nos arrebatan con la retorica que todo lo sabe , nada reconoce y
que lucha por la “justicia” por su justicia, la justicia, igualdad y libertad
del PODER.
Con manifestaciones diarias, con censura
mediática, con 40 huelguistas de hambre
desde hace28 días seguimos aquí. Y
no nos iremos.
¿Tú que harás?
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